La primavera ha comenzado no sé si por fin o si debo decir con rostro
canino: la primavera ha llegado, para quedarse. Hay menos noche
negra, el día se alarga en mí, la prominente luz cobra un protagonismo
que no merece, Gus Van Sant me ha aburrido con solera en su película
“Last Days”:
ni crisis mental ni “Es mejor quemarse que
apagarse lentamente” (Cobain dixit)
Escribo en cursiva porque todo está literal en mi cabeza,
todo lo que la primavera me merece escribir,
Seattle vió nacer a Hendrix y morir a Cobain.
La más inhóspita calma es como el más masivo de los ruidos,
no me deja dormir, por eso se reivindica esta estación,
como un océano separatista de idiomas, continentes,
entre inviernos y veranos, es única la primavera y en ella
continuo mis historias, las que voy dejando un año atrás,
uno año tras otro, es tan prolífica como una chinera,
como una piara, tan inmensa como la utopía de comida de
un niño africano.
Es idóneo que compare esta noche la primavera con Seattle,
que es un himno aunque sea una ciudad, al color gris,
al eterno y enfermizo sueño americano.
Ha vuelto Sinéad O´Connor como en la primavera que
me recluí en una cama, delante de unas obras,
esperando a una mujer llamada obsesión.
Acaba el invierno, es como quitarse los calcetines,
van a la basura, en el Otoño el mendigo de mí,
buscará en los vertederos, creyendo encontrarlos limpios,
sanos, libres y serán para otros pies, espero, sin rezar,
pero sintiendo como nadie los clavos.
El claro de luna siempre será retal del vestido de la reina.
“El Space Needle (“Aguja Espacial”, en español), que data de la 21 Century Exposition de 1962, es la atracción más reconocible de Seattle”
Por Germán Piqueras Arona