Nota del 15/02/11
Quien me conoce sabe que todo esto es broma. Las repetidas amenazas de muerte que yo
mismo he hecho sobre mí mismo y sin ninguna esperanza de sol, agua o ruido.
Había ruido, hacía sol y era muy difícil comprender, de esas maneras, la melancolía.
La melancolía debe estar escrita en una hoja porque en el pensamiento se nos va como el aire
cuando empuja el viento, escrita en esta hoja sin hablar del pasado porque eso sería el recuerdo,
la melancolía puede estar en todos los espacios mentales del presente, del pasado, del futuro no sé,
porque nunca sabemos nada.
La melancolía es la gran impotencia pero no la derrota. Yo ahora puedo sentir melancolía casi
por cualquier cosa, tendencia a la tristeza permanente, es decir, nula esperanza porque no existe
el futuro pero tampoco el pasado… estamos entre dos paredes, la del futuro y la del pasado,
plagadas de cuchillas a cada tarde más largas y afiladas.
El pasado sí existe en las personas supuestamente felices, ¿no?
Cuando se instala la melancolía con su pintura, sus raíces, ladrillos y poemas, duele hasta vivir
y yo nunca había conocido la vida como dolor, el dolor no existe, es una invención humana,
como todo, como hasta el propio ser humano que reniega de su condición animal, condición que
solo muestra cuando come con hambre o cuando fecunda o cuando estalla la violencia o cuando ama,
si es que existe el amor. Cuando no hacemos esas cosas es cuando somos realmente humanos,
ser humano es fingir.
Pero la melancolía es innata en algunas personas y eso suena a broma en quien no la tiene,
parece una invención como la soledad o las depresiones, ¿verdad?
Parece una invención como la felicidad lo es en las personas melancólicas.
Tenemos derecho a no creer en la felicidad, a abandonarnos, a cambiar y ser otros
que nunca hemos sido… a ser otros que nunca hemos sido… esa es la única esperanza que
habita dentro de la melancolía.
Por Germán Piqueras