Entre todas las cosas que tengo que buscar antes de que acabe este mundo nuestro,
Todavía a la luz de las velas y sin nadie, sigo conservando mi mayor virtud, Que no es otra que mi aguda
percepción del entorno, mío y de ustedes, No, no quiero confundir, no es una impresión ni una intuición
que formo viendo sus ropajes, es algo, que como comprenderán, va más allá. El esplendor, por decirlo de
otra forma. El esplendor, emprende en mí, recién percibido me logro emocionar o apenar, un sentimiento
de formar parte de todo esto.
Es entonces cuando viene la empatía y la siento… y me olvido de mí, y me alegro de olvidarme de mí.
Yo necesito estar en otras cabezas, ahí, donde los pensamientos son libres. Si no tuviera todo esto no tendría
nada.
Sin embargo quiero focalizar mi ahora romántica ira a la gente que no sabe lo que es la percepción. Me refiero
a los seres que llaman personalidad a ser uno, como un bloque, como una losa, una lápida y no. No.
No somos uno. No al menos yo. Yo quiero ser todos. El mundo haría honor a su nombre si todos,
además de tener un corazón, tuviésemos, ya no digo un máximo pero sí un mínimo de percepción.
No sé si esto está en la educación, si ya nacemos con ella o si realmente no es nada para nadie.
Pero creo y lo hago convencido que si nadie la tuviera, el mundo sería mucho más inhabitable
de lo que ya lo es. Si la tienen, entrénenla. El resultado son días de esplendor, de rayuela si sois
niños, de luz.
Aquí vemos una ya anciana Skeeter que nos sorprende no sé si para bien o para mal, con su emblemática y suicida canción.
Son los 90!!! No? Los padres de la perdida “Generación X” clamando por el fin del mundo. Luego llegaría la generación “Nini” y más tarde la degeneración. Cosas del planeta azul
Por Germán Piqueras