Se tomaba todo en serio. Por ello, cuando la radio anunció el asesinato, él no dudó en transformarse en el asesino. Para comprenderle, para saber el por qué. Lo hizo tan bien, que la policía lo arrestó, pese a sus súplicas. Y ya en la cárcel, bordó tanto el papel de preso, que le condenaron a muerte. Una vez muerto, fingió de manera tan brillante que era el villano más ruin, que entró al infierno. Se quedó esperando junto al fuego.
Así, Dios se convirtió en Satán para hacer creer a la lacra del mundo que, en efecto, el infierno podía existir y que para darse cuenta de ello, bastaba con mirarse en un espejo cuando acababas de matar algo.
Tan solo disfrazado de Satán pudo saber cuál era la raíz del ser humano. Y guardó el secreto hasta que se quitó el disfraz y esperó, ya en el cielo, a quien merecía saber tal ahonda cuestión.
Germán Piqueras
… entonces… ¿me tomo la vida en serio o no, “Maestro Profeta”?